martes, 11 de febrero de 2014

Jesse Ward, increible hombre de edad desconocida.....

—Son mías. Me amasa el pecho con suavidad durante unos instantes más y después vuelve a acariciarme la piel sensible con la mano. Se pasa varios segundos trazando círculos grandes sobre mi vientre antes de continuar hacia abajo. Tengo que obligarme a respirar cuando el calor de su mano alcanza la parte interior de mi muslo. Estoy embriagada de deseo. Justo cuando creo que va a reclamarme con los dedos, cambia rápidamente de dirección y me acaricia la cadera, lo que me sobresalta. Me agarra el culo. —¿O por aquí? —Habla en serio. Yo me pongo rígida—. Cada centímetro, Ava —resuella. Contengo la respiración. Me arden los pulmones cuando sonríe ligeramente y sus manos empiezan a deslizarse de nuevo hacia mi parte delantera. No lo alarga mucho más. Me coloca la palma de la mano entre las piernas. —Creo que empezaré por aquí. Suelto un suspiro de agradecimiento y una sensación de alivio me recorre todo el cuerpo. Me pone un dedo debajo de la barbilla y me obliga a mirarlo a esos maravillosos ojos que tiene. —Pero he dicho cada centímetro —afirma con frialdad antes de apoyar la mano sobre la encimera junto a mi muslo. La otra continúa entre mis piernas. ¡Joder! No sé si estoy dispuesta a hacerlo. Matt lo intentó unas cuantas veces, pero siempre le dije que ni hablar. Solía decir que era la ruta más placentera... Sí, ¡para él! No tengo tiempo de pensar demasiado en ello. Jesse recorre el centro de mi sexo con un dedo y me provoca grandes oleadas de placer que salen disparadas en mil direcciones diferentes. Yo superior de mi cuerpo asciende y desciende al ritmo de los frenéticos latidos de mi corazón. —Estás empapada —me dice con voz grave al oído mientras hunde un dedo dentro de mí. Mis músculos se tensan a su alrededor de inmediato—.Me deseas —dice con seguridad al tiempo que lo extrae y extiende toda la humedad por mi clítoris antes de atacar de nuevo con dos dedos.Yo lanzo un grito. —Dime que me deseas, Ava. —Te deseo —jadeo contra su hombro. Oigo un gruñido de satisfacción. —Dime que me necesitas. Ahora mismo le diría todo lo que quisiera oír. Absolutamente todo. —Te necesito. —Vas a necesitarme siempre, Ava. Me aseguraré de ello. Ahora, a ver si puedo hacerte entrar en razón a polvos. ¿En razón? ¿De qué coño habla? Retira los dedos de mi interior, me levanta de la encimera y me hace girar lentamente en sus brazos. Busco con las manos la lisa superficie del granito. No me gusta esta posición. —Quiero verte —me quejo, aunque sé que no tengo nada que hacer. Parece que le gusta ser el dominante. Siento que su cuerpo se aproxima, el calor que emana hacia mí. Cuando su pecho firme presiona mi espalda, me pego a él y apoyo la cabeza en su hombro.Acerca la boca a mi oído. —Cállate y disfruta. —Aprieta la cadera contra la parte baja de mi espalda y lentamente la amolda a mi cuerpo mientras alarga los brazos y me agarra de las muñecas. —No hables hasta que yo te lo diga, ¿entendido? Asiento. ¡Ya no me cabe la menor duda de que le gusta tener el control! Empieza a acariciarme los brazos lenta y suavemente con sus dedos expertos y me pone el vello de punta. Mi sangre parece lava. Mis pechos ansían su tacto cuando llega con las manos al extremo superior de mis brazos y asciende hasta los hombros. Cierro los labios con fuerza, pero se me escapa un gemido. No puedo evitarlo. No si me hace sentir así. Me cubre los hombros con las manos por completo y empieza a trazarme círculos con los pulgares en el cuello, masajea la tensión que se acumula en él. Es una sensación que no puedo explicar. Todo mi cuerpo se relaja y mi mente se serena. Baja la boca hasta mi cuello y me roza la piel con los labios antes de besarla suavemente. —Tu piel es adictiva. —Hummm... —ronroneo. Eso no es hablar. Se ríe en voz baja. —¿Te gusta? —pregunta mientras me regala suaves besitos por la mandíbula.Vuelvo el rostro hacia él, lo miro directamente a los ojos y asiento de nuevo.Me mantiene la mirada durante unos segundos, con expresión satisfecha, y me planta un tierno beso en los labios. Deja que sus manos se abran paso hacia mis caderas. Cierro los ojos con fuerza e intento con todas mis fuerzas no despegarme de él. —Que no se te ocurra mover las manos —ordena con firmeza antes de soltarme. Oigo que se quita los pantalones y sus manos vuelven a posarse sobre mis caderas. Da unos pasos atrás y lentamente las arrastra con él. Se me acelera el pulso y me agarro con más fuerza a la encimera para evitar moverme. Me estremezco cuando me apoya las manos en el cuello y siento que su erección se acerca a mi abertura. En un intento por estabilizar mi respiración, inspiro profundamente e intento relajarme mientras me deleito al borde de la penetración. Ésta es la peor clase de tortura que existe. Se inclina hacia adelante, y su lengua, cálida y húmeda, me acaricia la espalda y recorre la línea de mi columna hasta acabar con un suave beso en el cuello. —¿Estás lista para mí, Ava? —pregunta contra mi piel, y la vibración de sus labios provoca temblores de placer en el centro de mi sexo—.Puedes contestar. A pesar de mis ejercicios de respiración, sigue faltándome el aire. —Sí —respondo prácticamente jadeando. La bocanada de aire que escapa de su boca es de auténtico agradecimiento. Siento que me acaricia el culo con la mano mientras él se coloca en posición. Entonces, muy lentamente, atraviesa mi palpitante vacío y se sumerge en mí con movimientos suaves y controlados. A él también le cuesta respirar, y yo quiero gritar de placer, pero no estoy segura de si está permitido.Joder, qué gusto. Bien pensado, ¿qué va a hacerme si lo desobedezco? Mi castigo también será el suyo. Vuelve a colocar una mano en mi cadera y se detiene. Yo me agarro aún con más fuerza a la encimera, hasta que los nudillos se me ponen blancos, y me descubro a mí misma moviéndome contra él, absorbiéndolo hasta el final. —Joder, Ava, me vuelves loco —gruñe, y me agarra el cuello con más fuerza, me sujeta en el sitio, mientras la otra mano abandona mi cadera para cogerme el pecho—. No puedo hacerlo despacio —jadea mientras me lo amasa. Se retira lentamente y avanza de nuevo, con una embestida rápida y enérgica que me obliga a dar un salto hacia adelante. —¡Jesse! —grito. Va a ser imposible que esté callada si continúa así. Por Dios, qué potencia tiene. Se retira despacio. —Silencio, Ava —me reprende, y ataca de nuevo dejándome sin aliento. Intento seguir agarrada a la encimera, pero me sudan las manos y resbalan por el granito. Estiro y tenso los brazos para evitar que vuelva a empujarme hacia adelante; a duras penas logro estabilizarme antes de que vuelva a embestirme. Me martillea incansablemente, sin apenas dejarme espacio entre sus penetraciones, fuertes e implacables. No tiene piedad. Me suelta el cuello y el pecho, me agarra de las caderas y tira de mí con fuerza para obligarme a recibir cada una de sus arremetidas, que me entran hasta el fondo. He perdido todo sentido de la realidad. No hay nada más, aparte de Jesse, su apetito brutal y mi cuerpo ansioso de él. Es algo que no puede explicarse.Aprieto el estómago.Aprieto el estómago cuando siento que el orgasmo se acerca,rápidamente provocado por el implacable ímpetu de Jesse. —Aún no, Ava —me advierte. ¿Cómo lo sabe? No puedo contenerlo durante mucho más tiempo. Voy a estallar en cualquier momento. Oigo que nuestros cuerpos sudorosos chocan con violencia y los gruñidos guturales de Jesse sobre mí. Me concentro en sofocar la necesidad de dejarme llevar. Siento tanto placer que casi roza el dolor. Pero con la mente puesta en cualquier sitio excepto en mi cerebro, soy esclava de las necesidades de mi cuerpo. Entonces sale de mí y me deja con las ganas. ¿Qué hace? Yo gimoteo al sentir que mi inminente descarga se retira. Me dispongo a gritarle, pero siento que empieza a deslizarme un dedo por el centro del trasero. Me tenso de los pies a la cabeza.«¡Ay, no!» —Puedes hacerlo, Ava. —Desliza los dedos entre mis muslos y los introduce en mi interior, recoge la humedad y la arrastra hacia mi culo—.Relájate, lo haremos despacio. ¿Que me relaje? ¡No puedo! Con lentitud, empieza a trazar círculos alrededor de mi abertura, y todos y cada uno de los músculos de mi trasero se contraen y rechazan automáticamente la invasión.—Relájate, Ava —dice subrayando las palabras. —Lo estoy intentando, joder —mascullo—. ¡Dame un poco de tiempo, coño! ¡Lo siento pero no pienso quedarme callada ahora! Oigo que se ríe suavemente mientras baja los dedos hasta mi clítoris y lo masajea, causándome enormes oleadas de placer. —Esa boca —me reprende. Me concentro en respirar hondo. —¿No hace falta un poco de lubricante o algo? —jadeo. —Estás empapada, Ava. Con eso basta. No se te da muy bien seguir órdenes, ¿verdad? —Me mete el pulgar en el orificio y yo me muerdo el labio—. Relájate, mujer. —Dios, esto va a dolerme, ¿verdad? —Al principio sí. Tienes que relajarte. Una vez esté dentro de ti, te encantará, confía en mí. «¡Joder! ¡Joder!» Continúa masajeándome el orificio y yo dejo caer la cabeza, jadeando y sudando por los nervios. Me pone una mano en el cuello y me masajea los músculos tensos. Mientras intento automotivarme mentalmente, su mano abandona mi cuello y aterriza en mi trasero. Me abre suavemente hasta que siento la húmeda cabeza de su erección empujando en mi abertura. «¡Joder!» —Tranquilízate. Deja que pase —murmura mientras mueve el miembro muy despacio alrededor de mi entrada. «Respira, respira, respira.» Entonces avanza y la inmensa presión que siento me hace echarme hacia adelante impulsivamente. Una de sus manos me agarra de los hombros y me obliga a permanecer donde estoy; la otra continúa guiándolo hacia mi interior. La presión aumenta cada vez más y yo no dejo de temblar. —Eso es, Ava. Ya casi está. Su voz es irregular y forzada. Noto el sudor de su mano sobre mi hombro cuando flexiona los dedos. Y entonces embiste hacia adelante con un gruñido ahogado, atraviesa mis músculos y se desliza hasta el fondo de mi lugar prohibido. —¡Mierda! —grito. ¡Eso duele, joder! —¡Dios, qué apretada estás! —resuella—. Deja de resistirte, Ava. ¡Relájate! Yo jadeo mientras me sumerjo en algún punto entre el dolor y el placer. La plenitud que siento es indescriptible, el dolor es intenso, pero el placer... Joder, no hay palabras para describir el placer, y esto no me lo esperaba. La opresión de mis músculos a su alrededor hace que sienta cada vena palpitante y cada sacudida de su erección. Mi cuerpo libera un poco de la tensión acumulada y un placer puro ocupa su lugar. —Joder, qué bueno. Ahora voy a moverme, ¿de acuerdo? Yo asiento, tomo aire y me agarro a la encimera de la isla. Su mano abandona mi hombro y desciende por mi espalda hasta unirse a la otra enmis caderas, pero esta vez no doy ningún brinco cuando me agarra. Estoy demasiado ocupada preparándome para lo que está por llegar. —Muy despacito, Ava —jadea mientras sale lentamente de mí. —¡Joder, Jesse! —Como me diga que me calle, voy a enfadarme de verdad. —Lo sé. —Empieza a entrar y a salir a un ritmo lento y controlado. Me estoy deshaciendo de placer. Jamás lo habría imaginado. Siempre lo vi como algo sucio y obsceno. Pero no es así. Me está haciendo el amor, y me encanta. No puedo creérmelo. La intensidad de su reclamo sobre mí hace que se me formen nudos en el estómago. Si me rozara el clítoris ahora mismo me haría estallar. —Eres increíble, Ava —gruñe con voz ronca mientras entra una vez más—. Podría pasarme así toda la puta noche, pero no aguanto más. Me sorprendo a mí misma moviéndome contra sus sacudidas pausadas, invitándolo a acelerar el ritmo. Este placer inesperado es increíble, y estoy al borde de tener el orgasmo más intenso de mi vida. Ni siquiera puedo creerme que lo esté haciendo. Necesito más. —Sigue. —Pronuncio la palabra que jamás creí que diría. —Sí, nena. ¿Te falta mucho? —¡No! —grito, y me empotro contra él. Oigo sus gemidos mientrasme coloca una mano sobre el hombro y la otra entre las piernas—. ¡Más fuerte! —grito. Lo necesito. —¡Joder, Ava! —exclama, y me penetra con más ímpetu, agarrado de mi hombro y trazando círculos con el dedo sobre mi clítoris palpitante. Lanzo la cabeza hacia atrás. —¡Me viene! —grito. —¡Espera! —me ordena. Siento que su polla se hincha y se estira mientras continúa acelerando. Estoy ida de placer, casi delirante, y justo cuando creo que voy a desmayarme, brama: —¡Ahora! Y me dejo llevar. La habitación empieza a dar vueltas y yo me pierdo. Me dejo caer sobre la encimera con los brazos estirados sobre la cabeza y arrastro a Jesse conmigo. Pesa bastante, pero tengo el cuerpo aturdido por el placer. Sólo soy consciente de que su pecho húmedo y firme me aplasta contra el granito, de que su aliento cálido y entrecortado me acaricia el pelo y de que su pene vibrante continúa hundido en mi interior mientras sus espasmos se reflejan sobre mí. Mis músculos se contraen con cada uno de sus latidos y absorbo hasta la última gota de su simiente mientras él acaricia perezosamente los restos de mi orgasmo. Estoy flotando.

Mi Hombre......... Jodi Ellen Malpass

Jesse me está observando.
Nuestras miradas se cruzan. Se está mordiendo el labio inferior. Sé que seré incapaz de negarme de nuevo si fuerza la situación. He agotado toda mi fuerza de voluntad. Nunca me había sentido tan deseada como cuando estoy con él, y sigo intentando convencerme a mí misma de que no me gusta esa sensación. —Por favor, no lo hagas —digo con un hilo de voz. —¿Que no haga qué? —Ya lo sabes. Dijiste que no volvería a verte. —Mentí. —No se avergüenza de ello—. No puedo estar lejos de ti, así que vas a tener que verme una... y otra... y otra vez. —Termina la frase de forma lenta y clara para no dar cabida a la confusión. Ahogo un grito y me aparto de él por instinto—. Tu insistencia al oponerte a esto sólo alimenta mis ganas de demostrar que me deseas —dice, y empieza a perseguirme avanzando hacia mí con pasos pausados y decididos mientras mantiene la mirada clavada en mis ojos—. Se ha convertido en mi misión principal. Haré lo que haga falta. Dejo de retroceder al notar la cama en la parte posterior de las rodillas. Dos pasos más y estará encima de mí; la idea del inminente contacto es suficiente para sacarme del estado de trance en el que me sume. —Para —le ordeno levantando la mano. Mi imperativo hace que se detenga en seco—. Ni siquiera me conoces —balbuceo en un desesperado intento de hacerle entender lo absurdo que es todo esto. —Sé que eres tremendamente hermosa. —Empieza a avanzar de nuevo hacia mí—. Sé lo que siento, y sé que tú también lo sientes. —Ahora nuestros cuerpos están pegados, y el corazón se me sale por la boca—. Así que dime, Ava, ¿qué más tengo que saber? Intento controlar mi respiración agitada, pero me tiembla todo el cuerpo y fracaso. Agacho la cabeza, avergonzada por las lágrimas que se acumulan en mis ojos. ¿Por qué estoy llorando? ¿Está disfrutando haciéndome derramar lágrimas? Esto es horrible. Está tan desesperado por llevarme a la cama que ha decidido acosarme, y yo lloro porque soy débil. Hace que me sienta débil, y no tiene ningún derecho. Desliza la mano bajo mi barbilla, y su calidez me resultaría agradable si no pensara que es un capullo. Me levanta la cabeza y, cuando nuestras miradas se encuentran, mis lágrimas lo pillan desprevenido. —Lo siento —susurra suavemente, y mueve la mano para cubrirme la mejilla al tiempo que me limpia las lágrimas con el pulgar. Su expresión es de puro tormento. Me alegro. Se lo merece. Por fin recupero la voz. —Dijiste que me dejarías en paz. Lo miro de manera inquisitiva mientras él continúa pasándome el pulgar por la cara. ¿Por qué me persigue de esta forma? Es evidente que es infeliz en su relación, pero eso no es excusa. —Mentí, lo siento. Ya te lo he dicho. No puedo estar lejos de ti. —Ya me dijiste una vez que lo sentías, y aquí estás de nuevo. ¿Vas a mandarme flores también mañana? —digo sin ocultar el sarcasmo. Su dedo deja de acariciarme y Jesse agacha la cabeza. Ahora sí que está avergonzado. Pero entonces vuelve a levantarla, nuestras miradas se cruzan y la suya desciende hasta mis labios. Ay, no. No, por favor. No seré capaz de pararlo. Empieza a estudiar mi expresión, a buscar alguna señal de que voy a detenerlo. ¿Voy a hacerlo? Sé que debería, pero no creo que pueda. Sus labios se separan y empiezan a bajar lentamente hacia los míos. Contengo la respiración. Cuando nuestros labios se rozan, muy ligeramente, mi cuerpo cede y mis manos ascienden y lo agarran de la chaqueta. Él gruñe para expresar su aprobación, traslada las manos al extremo inferior de mi columna y aprieta mi cuerpo contra el suyo. Nuestros labios apenas siguen rozándose, nuestros alientos se funden. Ambos temblamos de manera incontrolada. —¿Has sentido esto alguna vez? —exhala, y me recorre la mejilla con los labios en dirección a la oreja. —Nunca —respondo con honestidad. A duras penas reconozco mi propia voz en esa respuesta ahogada. Él me atrapa el lóbulo de la oreja entre los dientes y tira ligeramente de él, dejando que la carne se deslice entre ellos. —¿Vas a dejar de resistirte ya? —susurra, y su lengua asciende por el borde de mi oreja para volver a descender acariciándome con los labios la piel sensible que hay detrás de ella. Su aliento cálido provoca una oleada de calor entre mis muslos. Soy incapaz de luchar más. —Dios... —jadeo, y sus labios vuelven a posarse sobre los míos para hacerme callar. Los toma suavemente, y yo lo acepto y dejo que nuestras lenguas se acaricien y se entrelacen a un ritmo suave y constante. Es un placer demasiado intenso. Todo mi cuerpo está en llamas. Me duelen las manos de agarrarme a su chaqueta con tanta fuerza, de modo que me relajo y las deslizo hasta su cuello para acariciarle el cabello rubio oscuro que le cubre la nuca. Él gime y aparta la boca de la mía. —¿Eso es un sí? —pregunta mirándome fijamente con sus ojos verdes. Sé lo que se supone que tengo que contestar. —Sí. Asintiendo muy levemente con la cabeza, me besa la nariz, la mejilla, la frente y regresa a mi boca. —Necesito tenerte entera, Ava. Dime que puedo tenerte entera. ¿Entera? ¿Qué quiere decir con entera? ¿Mi mente? ¿Mi alma? Pero no se refiere a eso, ¿verdad? No, lo que quiere es todo mi cuerpo. Y, en estos momentos, la conciencia me ha abandonado por completo. Tengo que eliminar a este hombre de mi organismo. Y él, a mí del suyo. —Tómame —susurro contra sus labios. —Lo haré. Sin romper el beso, me rodea la cintura con un brazo y me coloca la otra detrás de la nuca. Me levanta en el aire y, besándome aún con más intensidad, me lleva hacia el otro lado de la habitación, hasta que apoya mi espalda contra una pared. Nuestras lenguas danzan frenéticamente, mis manos descienden por su espalda. Quiero sentirlo más cerca. Agarro la parte delantera de su chaqueta y empiezo a quitársela de los hombros, lo que lo obliga a soltarme. Sin separar los labios de los míos, retrocede ligeramente para permitirme despojarlo del obstáculo que me separa de sucuerpo. La dejo caer al suelo, lo agarro de la camisa y tiro de él hacia mí. Olvido por completo mi conflicto moral. Necesito poseerlo. Nuestros cuerpos chocan y él me empuja contra la pared mientras me devora la boca. —Joder, Ava —jadea entre respiraciones ahogadas—. Me vuelves loco. Mueve la cadera y me clava su erección. Un pequeño grito escapa de mis labios. Lo agarro del pelo con un gemido incitante. Ya no hay vuelta atrás. Mi cuerpo ha puesto el piloto automático. El pedal del freno se ha perdido en algún lugar del país del deseo. Siento que posa las palmas de las manos sobre la parte delantera de mis muslos. Agarra mi vestido entre sus puños y me lo levanta por encima de la cintura de un tirón rápido. Vuelve a mover la cadera y yo emito un gemido. Ansío más. Joder, no sé cómo he podido resistirme a esto. Me muerde el labio inferior y se aparta para mirarme directamente a los ojos. Vuelve a mover la cadera y la presiona con fuerza contra mi entrepierna. Dejo caer la cabeza hacia atrás con unprofundo gemido y le ofrezco mi garganta. Él saca buen partido de ella lamiendo y chupando cada milímetro de piel. Estoy a punto de echarme a llorar de placer………………….

El Señor de la Mansión

—Antes de irte, dime una cosa, Ava. —Su voz despierta mis sentidos y mis ojos viajan por su cuerpo esbelto hasta que nuestras miradas se encuentran. Está serio, pero sigue siendo impresionante—. ¿Cuánto crees que vas a gritar cuando te folle? «¿QUÉ?» —¿Perdone? —consigo espetarle pese a que mi lengua parece de trapo.Medio sonríe ante mi sorpresa. Me levanta la barbilla con el índice y la empuja hacia arriba para hacerme callar. —Piénsalo. —Me suelta el codo.